31.08.2015 Una visita sorpresiva a una Peluquería pero no por el cabello sino por las carteras de las clientas.

Muchas veces surgen como cosas de película pero no lo son. Es que ocurren por estos tiempo cosas impensadas en otro momento. Pero se dan hechos y circunstancias que van más allá muchas veces de la imaginación de cada uno. Lo que narramos hoy ha ocurrido en una peluquería para damas pero también para caballeros si la circunstancia así lo determina. En una de esas jornadas de laburo donde las damas van en procura de conseguir un mejor look, siempre esta la “estufa” del comentario encendida sin duda y no piensan en nada anormal. Sin embargo puede pasa, si señor en plena labor de la peluquería y con el chismorreo habitual y normal en un lugar como son las peluquerías, tanto de hombres como de mujeres o mixtas como en el caso. Ha sido históricamente un lugar distendido para meterle a la de sin hueso en forma abierta y sin pelos allí precisamente. Pero atención que estamos en otros tiempos donde pueden aparecer en escena otros elementos que surgen como extraños, pero ya a esta altura no lo son tanto. Son los que la bichan desde afuera, quizás en alguna ocasión poniendo la ñata contra el vidrio y las manos en lo ajeno. Como decía alguien que siempre tenía cosas sabías en esta materia, “lo que los ojos ven las manos son un rastrillo”. Y acá apareció el rastrillo, un momento de diálogo, de conversa, con cosas de mujeres, pero atención que el zorro anda en la vuelta y es rápido y sin temor. Entró así tranquilamente y ante la mirada impávida, de no creer el zorro ingresa al recinto de la peluquería va al perchero y se lleva las carteras que puede. Como que nadie dice nada o poco. Es que siempre en estos casos el factor sorpresa es como en el fútbol las marcas están como trancadas por esa velocidad y sorpresa no hay otra. Ese segundo fueron de miradas y decir nada. Hasta que alguna seguramente gritó pero el zorro ya tenía entre sus garras el botín, lo que quería las carteras que las damas habían dejado allí mientras ocupaban su lugar para mejorar la apariencia. Apariencia que seguramente en esos momentos cambió y de seguro que no fue para bien. El zorro con algunas de las carteras se toma los vientos y sale corriendo, reacción de la Señora peluquera que no quiere quedar mal ante sus clientes sale corriendo al zorrito que se va rápidamente y se pierde más allá del esfuerzo de la coiffer. Vuelve agotada y desconsolada más allá de la sorpresa y todo lo que ello acompaña. Y sí, bien, que vamos hacer, ante este hecho, llamar a la policía pero nada más ya ocurrió. Si alguien perdió sus pertenencias y su guita en una de las carteras estaba todo incluido el sueldo de una señora que había cobrado no hacía mucho rato. Claro no fue un zorro, lo calificamos así por la astucia y todo lo demás que seguramente le llevó algún estudio y vigilancia previa o como también es una peluquería donde van caballeros que hasta en alguna ocasión asistió al lugar y conocía el tema. Fue un ladrón y nada más. Así fue, un robo en plena labor de una peluquería ubicada en la zona norte de la ciudad. ¿y ahora que? Y casi nada la señora peluquera que está pensando en cerrar la puerta y que las clientas vayan tocando el timbre cuando arriben y a otra cosa. Y bueno como le decía estas cosas van más allá de que uno así humildemente se puede imaginar.