El Ombú

Por: Omar Guillén 

Décadas atrás, en que  cabeza podía pasar la posibilidad de que «El Ombú»  bar y pizzería por entonces iba a caer. Por hablar en modo planta- árbol, gigante con grandes raíces y un cuerpo excepcional, El Ombú, ese árbol gigante de América Latina, que de seguro su denominación tuvo mucho que ver con su propia endereza, su fortaleza, que su fundador quiso darle ese nombre por la resistencia al tiempo y a los momentos y vaivenes de la vida. Le conocimos desde hace décadas y le vimos existir, crecer, evolucionar. Se fue haciendo un gigante donde nacieron amores y sueños de muchas parejas, y porqué no también, cayeron esas intenciones humanas. Sus mesas, sus sillas, sus mostradores fueron testigos de esos aconteceres humanos. Bar y Pizzería El Ombú en esta esquina emblemática de nuestra ciudad en pleno centro tuvo sus momentos estelares y de los otros, claro está, vivió en momentos en que en plaza Libertad estaba otro gigante que el tiempo se llevó «El Oriental» donde pasaron verdaderos astros del cancionero popular, nada menos que el gran Carlos Gardel. El Ombú, guardó en su interior otras fórmulas de existencia y fue fundamental en algún momento de su vida. La pizza y el fainá, donde manos maestras dieron un sabor tan especial que las hicieron únicas y los minuanos y foráneos las han reconocido siempre. Las ruedas de amigos por las tardes y las noches fueron constantes y sostén de este gigante Ombú que siempre brindaba una cálida acogida con sus gentiles mozos, barman y pizzeros, que le veían como algo más allá del trabajo y sostén de sus hogares. El Bar y Pizzería a un costado del local fue cambiando con el olfato comercial de su propietario y guía Don «Pereira» con el apoyo y aporte incondicional de un personal excepcional, esa evolución con un horno sin igual en el medio del local para darle a esa pizza ya única, el toque de elegancia necesaria para manos elaboradoras de excepción con Don Julio Arreche, en otros momentos Walter Pérez y otros. Mozos únicos, afables, cordiales, y dispuestos a recibirnos de la manera más delicada como para que todos sintiéramos que estábamos en el lugar indicado. No olvidemos y me corresponde las generales de la ley recordar a mi hermano Walter Guillén, poniéndose la empresa al hombro muchas veces, según me lo comentó muchas veces el propio dueño Pereira. Otro que estuvo a nivel del mostrador fue Juan Rodríguez, en fin, fueron tantos y tantos los que pasaron por allí que es imposible recordarlos, pero que fueron enormes colaboradores que estuvieron siempre por encima de lo estrictamente laboral. La memoria me traiciona sin duda pero en dos personalizamos a todos, Ramirez y Villar. Pero ese Ombú gigante llegó a ser único en su rubro y como dice el poeta la «piqueta del tiempo» invisible muchas veces pero existente, en silencio muchas veces, fue dándonos una imagen diferente de caída o al menos perdiendo hojas y ramas de un gigante glorioso, al ir transcurriendo el tiempo y la vida de la mayoría de aquellos trabajadores y su principal. Algunos se fueron en busca de otros horizontes o la vida se los llevó al más allá y el árbol sin morir perdió vitalidad y sus contenidos ya no fueron los mismos de antes y sus actores tampoco. Las luces perdieron brillo y los esfuerzos de los que vinieron, no pudieron cambiar un destino que desde afuera se presagiaba. Llegamos a finales del año 2024 y con él se pudo ver una noche sin luces y puertas cerradas de ese emblemático Bar y Pizzería, también restaurante desde hacía años. Alguien me dijo simplemente «! que tristeza, anoche pasé y estaba todo oscuro!» La respuesta de mi parte fue también una pregunta ¿cerró? Alguien lo ha dicho «El Ombú» no cae, esperemos que este no caiga y vuelva por sus fueros de seguro en otras manos pero manteniendo el mismo nombre que la familia Pereira sostuvo durante tantos años  y que se le debe reconocer sin inmiscuirnos en otras cuestiones, que no corresponden en modo alguno. Nos quedamos con la esperanza de que El Ombú no cae y volverá.

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