2 de noviembre: Día de los Fieles Difuntos

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2 de noviembre 2025 - 2

Por Karina Núñez

El Día de Muertos es una festividad tradicional que se celebra el 2 de noviembre, en la que se reúnen familiares y amigos para rendir homenaje y recordar a seres queridos que han fallecido.

Es un día festivo religioso dentro de las Iglesias católicas, en memoria de los fallecidos. Se conmemora el 2 de noviembre y su objetivo es orar por aquellos fieles que han acabado su vida terrenal y, en el caso católico, por quienes se encuentran aún en estado de purificación en el Purgatorio.

Para la Iglesia Católica, se trata de una conmemoración, como un recuerdo que la Iglesia hace en favor de todos los que han muerto en este mundo (los fieles difuntos), pero aún no pueden gozar de la presencia de Dios, porque están purificando, en el purgatorio, los efectos que ocasionaron sus pecados.

Este día, los creyentes ofrecen sus oraciones (llamadas sufragios), sacrificios y la misa para que los fieles difuntos de la Iglesia purgante terminen con esta etapa y lleguen a la presencia de Dios.

Aunque la iglesia siempre ha orado por los difuntos, fue a partir del 2 de noviembre del año 998 cuando se creó un día especial para ellos.

2 de noviembre, es un día de recuerdo del pasado, un día para recordar a quienes caminaron antes que nosotros, aquellos que también nos han acompañado, nos han dado la vida, recordar, hacer memoria. La memoria es lo que hace que un pueblo sea fuerte, porque se siente arriesgado en un camino, arraigado en una historia, arraigado en un pueblo. La memoria nos hace entender que no estamos solos, somos un pueblo, un pueblo que tiene historia, que tiene pasado, que tiene vida. Por eso recordar a tantos que han compartido un camino con nosotros. Por eso, no solo recordamos, también hoy pedimos que los nuestros sean incorporados en la bondad de Dios y que nosotros seamos capaces de agradecer la vida y de darnos cuenta de cómo su vida ha sido sembrada en la nuestra.

«La memoria que enciende la esperanza»

El padre Fernando Pereira hizo alusión al día y a la conmemoración de los Fieles Difuntos.
«Cada 2 de noviembre, la Iglesia nos invita a detenernos en el camino para hacer memoria agradecida de todos aquellos que nos han precedido en la fe y en la vida. Es la Conmemoración de los Fieles Difuntos, una jornada de esperanza, de oración y de comunión profunda con quienes ya han partido hacia la Casa del Padre.
No se trata de un día triste, sino de un día de amor y de esperanza. El recuerdo de nuestros seres queridos se convierte en plegaria, y la nostalgia, en confianza en el Señor que nos prometió la vida eterna. Como dice el Evangelio: ‘Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá’ (Jn 11,25).
La fe cristiana nos enseña que la muerte no tiene la última palabra. En Cristo, la muerte ha sido vencida. Por eso, cuando visitamos los cementerios, colocamos una flor, no lo hacemos sólo como un gesto de cariño humano, sino como un signo de fe: creemos que nuestros difuntos viven en Dios y que un día nos volveremos a encontrar.
En este tiempo, también somos invitados a rezar por ellos, porque el amor no termina con la muerte. Nuestra oración puede ayudar a las almas de los fieles difuntos a alcanzar la plenitud del encuentro con Dios. Es un acto de misericordia espiritual y una expresión concreta de comunión eclesial.
Recordar a los difuntos es también revisar nuestra propia vida. Nos recuerda que somos peregrinos, que la existencia es un don y una tarea, y que cada día puede ser vivido como preparación para el encuentro definitivo con el Señor.
Que esta conmemoración nos encuentre con el corazón abierto a la esperanza y a la fe. Que el consuelo de Cristo Resucitado llegue a todas las familias que lloran la partida de un ser querido, y que la certeza de la vida eterna fortalezca nuestra confianza en el amor que nunca pasa».

Poema: «Siguen con nosotros»

No están lejos, están en el aire tibio de la tarde, en la brisa que acaricia la memoria, en la luz que se cuela entre las hojas.
No están ausentes, sólo han cruzado el umbral del misterio, y desde el cielo, con silenciosa ternura, velan nuestros pasos cansados en la tierra.
Nos miran con los ojos de Dios, nos esperan sin prisa ni distancia, y cuando oramos por ellos, una sonrisa florece en la eternidad.
Vivieron, amaron, sembraron… y su amor, más fuerte que la muerte, sigue latiendo en nuestros corazones.
Porque en Cristo nos da la Vida… jamás se apaga lo que nació del Amor.
Dale Señor el descanso eterno, y brille para ellos la luz que no tienen fin. RIP.

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