15.07.2019 Roberto Díaz: Humilde, soñador y alegre
Por Karina Núñez
Poeta de pura cepa, profesor de danza y uno de los mejores bailarines de tango de nuestro departamento y país y nos referimos a un ser y personaje muy querido de Minas, muy carismático, con buena onda, siempre feliz y con un excelente sentido del humor.
Estuvimos con Roberto Díaz, para que quién mejor que él nos contara su historia de vida, los sacrificios de aquella época, de su infancia, su vida, sus hijos, su carrera militar, su transitar en la poesía, sus nietos, bisnietos, el baile, la danza y hoy con ochenta y algunos… feliz y contento de contar con esa gran familia que lo rodea en el día a día, con sus amigos, vecinos y conocidos.
Llegamos cerca del mediodía y nos recibió con un reto,(entre risas) se nos había retrasado la hora de la entrevista.
Roberto es un hombre amable, que nos recibió de la mejor manera en su hogar y allí conocimos todos sus reconocimientos, desde diplomas, trofeos y tantas otras cosas que sin duda son de orgullo para nuestro entrevistado.
Roberto nació un 4 de enero, en el barrio «Valavar» donde existía un lavadero municipal, los que eran para las señoras lavanderas, pero otras lavaban abajo del Puente Fierro. Roberto recordó que mientras su madre lavaba él pescaba abajo del puente.
Su familia consistía de su mamá, «mi santa madre María, mis tres hermanos mayores y yo. En aquella época se estilaba que los emplearan la madre que no tenía recurso y mi madre estaba sola porque enviudó de mi padre cuando yo tenia apenas 6 meses».
«Por eso se vino con mis hermanos y yo a Minas a abrirse paso, trabajando de lavandera, de sirvienta y todo lo que era trabajo lo agarraba para criar a sus hijos.
Así me empleó en campaña, donde decían, te lo visto, te lo calzo y te lo mando a la escuela; nada de eso se cumplía, no habían derechos ni nada. Se trabajaba como un burro y hasta las 7 de la tarde cuidaba en el bañado a los chanchos», relató.
A Roberto de chiquito, le decían «Trifulca» parece ser que donde él estaba había lío siempre, además de ser el mimoso de la familia.
Un día el bolichero de la esquina de su casa, le dio una canasta, unas bolsas y se fue para la feria donde hoy es la terminal, «allí gritaba ´canasta y bolsa´ , me daban lo que compraban, yo le daba una bolsa, lo acompañaba a la casa y me daban unos vintenes y yo hacía de fletero.
Tenía alrededor de 8 años, porque eran otros tiempos, ahí había que ayudar siempre, robar y pedir era un pecado mortal y había que ayudar a la vieja», afirmó.
Muchas anécdotas fueron saliendo de parte de Roberto, recordó muchas cosas del Barrio Valavar, la Madre de Vaquero, la milonga, el guardia civil y tantas otras cosas que hicieron al recuerdo de aquella niñez.
Contó que luego se mudaron al Barrio Filarmónica, en una etapa de su vida muy carenciada y allí decidió comenzar ir a la escuela, e hizo hasta sexto año. En cuarto año encontró a su novia, la maestra, la que nunca se enteró que era su novia, quien lo ayudó muchísimo y descubrió que era amante de las letras.
Para un 19 de junio hicieron escribir algo sobre el prócer y decidió escribir una poesía, «les encantó y desde ese momento la maestra «Beba» Ricceto me apadrinó de la mejor manera».
Después trabajó con una familia italiana muy querida, «con Don Andrés de Lucci, el ´Genovés´ y allí poco menos era un hijo más, me trató de la mejor manera y fue quien me incentivó a ingresar al Ejército, llegando a ser Sub oficial en el Batallón de Infantería», recordó.
Al ingresar al Ejército, se casó y tuvo 5 hijos, más una que crió y que considera como una hija más.
Fue recordando cada nacimiento de sus hijos, los que nacieron en su propia casa, junto a diversas parteras que ayudaron cada nacimiento «¿Y yo ? Yo pitaba afuera esperando el llanto, y en uno de los nacimientos, hasta tuve que ayudar, mi hija llegaba al mundo y necesitaban de mi».
LA FAMILIA UNIDA
«Hoy tengo 15 nietos y 12 bisnietos y nos juntamos muy a menudo; el domingo el día del padre, vienen todos para acá, disfrutamos, reímos, y me siento un patriarca», dijo Díaz, sin ser ególatra.
Hay muchas partes muy emotivas, todos los domingos nos juntamos en algún lugar, pero todos mis hijos y nietos, me piden bendecir la mesa, y ahí es cuando pido por la familia.
No hay tristeza en la mesa, no hay melancolía barata tampoco, solo respiramos la alegría que podemos respirar», aseguró.
LA POESÍA
Para Roberto nacieron sus deseos y facilidades para escribir allá en el año 1945 más o menos, «mi madre de noche me gritaba de cuarto a cuarto; ´apaga ese candil que mañana te suenas la nariz y esta llena de humo´.
Me inspiraban los personajes del barrio y de ahí fui escribiendo y llegando a contar hoy con cuatros libros, y las Memorias y La Cuartelera, pero aún no han sido editados, a pesar que están registrados en Agadu».
Para Roberto escribir es una terapia, «la noche que no escribo parece no puedo dormir, siempre hay tema, aunque a veces terminan en la papelera y otras quedan allí guardados».
EL TANGO
En cuanto al tango, dijo que «desde siempre me ha gustado, desde niño escuchaba la vecina, la Señora de Don Chávez me preguntaba si quería escuchar un poco de música, donde le daba cuerda a una Vitrola y allí disfrutaba del baile.
Siempre haciéndolo al estilo mío, haciendo Tango Oriental, no ‘hago gimnasia artística’.
Toda mi familia siempre me alentó para dar clases, hasta que un día dijeron para bailar tango en La Plaza y fui y bailé desde siempre en bailes y demás.
Con mi señora siempre bailaba, al igual que con mis hijas».
Roberto tiene muchos reconocimientos, pero dice que no vive para eso, pero es cierto que se llenó de satisfacción en cada premio y reconocimiento recibido, así lo dice.
Díaz finaliza esta hermosa entrevista, diciendo que «gracias a Dios soy feliz, me siento muy feliz con la familia que tengo, con los amigos que tengo, y me siento feliz con la vida que llevo, soy humilde, bromista sin faltar el respeto a nadie».
De nuestra parte y de Diario La Unión el mayor de los agradecimientos.
¡Feliz vida Roberto! ¡Y Feliz día del padre!