14.04.2020 La Maestra Gabriela Madrid nos habla de la hora de los límites en nuestros hijos
Por Karina Núñez
Sabemos que no ha sido fácil para muchos estar conviviendo las 24 horas con su hijos ya sean pequeños o un poco más grandes, pero lo cierto es que la cuarentena que estamos viviendo nos hace pensar y mucho en la crianza de nuestros hijos, en cómo llevar lo mejor posible ese amor que sentimos, pero que no se escape todo eso que queremos brindar.
Por eso y ante esta situación que vivimos, consultamos a una maestra para hablar sobre la importancia de los límites para los niños. Ya que sabemos que es fundamental que los niños aprendan hasta donde pueden llegar en la relación con sus padres.
La ausencia de límites y normas en la familia puede traer consecuencias negativas para la educación de los niños.
LA IMPORTANCIA DE LOS LÍMITES
Es por ese motivo que Gabriela Madrid, maestra de educación preescolar hoy en día, pero quien también es mamá y a su vez siempre está interiorizándose y estudiando sobre estos temas, nos habló de este gran requerimiento para nuestras familias hoy.
Nos referimos a la importancia de los límites en los niños, y sobre que tan apropiado es llamarlo límite hoy en día, de acuerdo a los aportes actuales de la psicología.
Madrid dijo que «al hablar de límites, en la crianza y educación de los niños hablamos, sin más, de amor. ¿Pero qué tipo de amor? Amor sin dudas a largo plazo.
Siempre he dicho que solo tenemos el presente (no es descubrimiento mío, pero mío sí el entendimiento de que así es), por lo que a este presente lo tenemos que vivir a conciencia para de alguna manera ir construyendo el presente en el que viviremos mañana. Esto aplica y mucho para la crianza y educación de los niños».
«De un tiempo a esta parte me he comenzado a preguntar en qué sociedad quiero envejecer, y me gustaría envejecer en una sociedad, como lo expresa Alejandro De Barbieri en su libro ‘La vida en tus manos: Superando el síndrome de adulto frágil'», mencionó la docente.
EL ADULTO FRÁGIL
«El adulto frágil se ofende fácilmente y quiere que lo quieran, precisa que el otro le ponga el like.
Se victimiza, se queja constantemente y por eso puede tener repercusiones en su salud mental. Es inmaduro emocionalmente, porque se queda esperando que el otro le diga lo que tiene que hacer».
El ser humanado entre los cero y seis años, mantiene su cerebro en constante actividad, absorbiendo todo, creando las simientes de su personalidad que terminará de conformar rondando más o menos los 20 años.
AUTORIDAD, NO AUTORITARISMO
Por lo que es en estas edades que el niño necesita adultos (familia e Institución educativa), presentes, adultos que vivan el aquí y ahora conscientes de que en el hoy se construye el mañana, adultos con autoridad (no autoritarismo), adultos disponibles, adultos libres que no se sientan atados al afecto de los hijos, es decir que no vivan con el miedo a que el hijo deje de querer por decirles NO cuando es apropiado, adultos que estén fuera del «síndrome» al que hace referencia De Barbieri.
Y cuándo hablamos del NO, de la incorporación del NO en los niños, surge la idea de límite. Pero ¿Qué entendemos por límite? Los límites son líneas reales o imaginarias que marcan el fin de una superficie o cuerpo o la separación entre dos entidades. Suelen indicar un punto que no debe o no puede sobrepasarse.
Los límites físicos suelen estar claros. Los límites emocionales son más confusos y hay que aprender a establecerlos. ¿Por qué son importantes? Los límites con los demás nos estructuran como personas, conforman nuestra identidad, definen nuestra forma de ser ante el otro, conforman el YO.
Cuando se trata de la convivencia entre personas (especialmente de adultos con niños) el término se usa para designar a las restricciones que se deben establecer para que el niño aprenda a desenvolverse según las normas sociales imperantes.
Son como una moldura imaginaria que sirven para contener un espacio en donde el niño puede crecer y crear libremente.
La ausencia de límites puede traer consecuencias negativas para el niño. Muchas veces se mal entiende la idea de que aplicar límites va ligado a una crianza autoritaria, por esto, a veces, suele pasar, que muchos adultos, dejan hacer por no traumatizar al niño, no dimensionando que en ese dejar hacer está lo que realmente lo perjudica (se me viene a la mente ahora y los invito a pensar en una árbol sin estaca, salvando las diferencias).
UNA MUESTRA DE AMOR
Los límites son una muestra de amor hacia los pequeños, que los acompañarán, por cierto, a lo largo de toda su vida. Que el niño logre incorporar el NO, lo sitúa y lo habilita para también saber decir que NO.
Las consecuencias de no poner límites pueden resumirse en: Inseguridad general, baja autoestima, dificultad para saber lo que quiero, falta de identidad, dependencia emocional, desconcentración, confusión.
Pero, ¿qué representa poner límites? : A nivel consciente: decir o hacer lo que se piensa en lo cotidiano, decidir mi propio camino.
A nivel inconsciente: formarme como individuo, con mi propia individualidad, estructurarme psíquicamente. En este punto quizá sea pertinente recurrir a Alejandro de Barbieri, más precisamente a lo que plantea en su libro: «Educar sin culpa: Optimismo y entusiasmo para padres y docentes». De Barbieri aquí nos sugiere, no hablar de límites, sino de frustraciones.
Acompañar al niño a hospedar frustraciones, desde nuestro lugar de adultos hospedadores de frustraciones. Citando a Aldo Naouri (pediatra, psicoanalista y pedagogo francés) nos lleva a analizar la sociedad en la que nos criamos muchos de nosotros y en la sociedad en la que estamos criando a nuestros hijos. A una la llama la «sociedad de la pobreza, donde se sabía que no se podía lograrlo todo y se disfrutaba lo poco que se tenía, se cría en la esperanza».
A la otra «sociedad de la abundancia, en donde hay exceso de nido calentito, donde todo se da, donde todo se permite, dejando así al niño con muy pocas herramientas para el mundo».
SOBREPROTER ES DESPROTEGER
«Sobreproteger es desproteger. Se vive en una sociedad en donde no sé lo que quiero pero lo quiero ya, y ante esa demanda de los niños, los adultos ceden.»
«Los hijos de la sobreprotección son hijos que la edad cronológica no coincide con la edad psicoafectiva. Tenemos que cultivar la independencia en nuestros niños, cada vez que yo hago algo como adulto, que mi hijo lo puede hacer por sí mismo lo estoy sobreprotegiendo, estoy anulando la propia capacidad que el tiene para la autogestión, la autonomía, para la dignidad, para la independencia y para la responsabilidad.
¿Cuál es el objetivo de ser padres? Es que mañana nuestros hijos, puedan ser padres de ellos mismos, y no nos necesiten mas a nosotros. ¿Cómo me doy cuenta de que estoy sobreprotegiendo? Cuando me siento cansado, y no doy más».
«Como padres muchas veces caemos en el error de no dejar sufrir a nuestros hijos y decimos, ellos no van a sufrir lo que sufrí yo. Nuestros hijos van a sufrir lo que tengan que sufrir para crecer, si evitamos que sufran, evitamos que crezcan. El adulto se tiene que bancar la angustia de ver crecer a sus hijos. Mi autoestima no se nutre de que mi hijo me quiera. Hay que saber cuándo decir no, y cuándo decir si, si estamos frente a un capricho, decimos no y nos mantenemos, el niño se va a frustrar, y sí, es probable que en ese instante nos deje de querer, pero al mantenernos firme, hospeda esa frustración como aprendizaje, y nos sigue queriendo.
Al decir del neurólogo español: Álvaro Bilbao: Si queremos hijos felices hay que enseñarles a navegar tempestades».