30.11.2020 Glenda Hernández: una rica historia para contar, entre la educación, la familia y la vida social

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Glenda Hernández

 Por Karina Núñez 

Glenda Alicia Hernández Machado nació en Montevideo en 1939 justo cuando comenzaba la Segunda Guerra Mundial. Siempre es un placer dialogar con la maestra Glenda, ella es una persona dulce, atenciosa, cálida, simpática y con esa amabilidad que la caracteriza nos recibió en su hogar.

«Nací en Montevideo, mis padres se casaron y se fueron a vivir a Montevideo el mismo día, cuando nací estuvimos un tiempo allá, tengo dos hermanos, uno fallecido, el más chico. Pero cuando la situación se puso difícil y mis padres jóvenes allá estaban complicados. Un día fue mi abuela a visitarnos y cuando regresó a Minas me vine con ella con la idea de pasear unos días, pero resulta que me quedé para toda la vida», recordó.

«La escuela la hice acá, y toda mi carrera también, ya que en aquellos años, magisterio se daba libre y uno viajaba a la capital a dar los exámenes, y las vacaciones las pasaba en Montevideo siempre», comentó Glenda.

Glenda siempre quiso ser maestra, «mi abuelo trabajaba en la Represa y era quien cuidaba el tanque de aguas corrientes de la calle Brígido, era un lugar lejano en aquel entonces. Salía de la escuela y venía a estar con mi abuelo a esa zona, y había muchos pastos, y allí jugaba sola, siempre decía que era la escuela y a los pastos los preparaba, les hacía trenzas y luego les daba clases, por lo que siempre me gustó ser docente, y puedo decir que amé mi carrera desde el primer momento, además tuve la posibilidad de hacerlo con mucha facilidad porque me gustaba estudiar».

«Mi escuela siempre fue la 2 porque hice la escuela como alumna, luego fui practicante de magisterio, maestra de la escuela y sub directora de la misma escuela, por lo que viví hermosos momentos, pero también adopte otras escuelas que fueron mis grandes amores», sostuvo.

FELICIDAD Y SACRIFICIO

Recordó que «me recibí a los 20 años y mi primera escuela fue en Punta de Pan de Azúcar en la ruta 60, donde caminaba 30 cuadras y me trasladaba en camiones de piedras, me levantaba 3 y 30 de la madrugada y vivía con una niña de 12 años que era mi alumna, en un lugar solitario totalmente, pero tenía 26 alumnos en ese momento. Los primeros días tuve un poco de miedo, era la primera vez que estaba noches fuera de mi casa, recuerdo que una noche una vaca se rascaba en la pared y yo como no sabía ni conocía ese ruido pasé  sentada la noche en la cama y no dormí».

«Trabajar en una escuela rural era donde ganaba más, estoy segura que ganaba 50 pesos más que en una escuela urbana, mi sueldo era de 400 pesos, pero me servía ganar más porque ese año me casaba y necesitaba hacer el ajuar, el que hice con mi máquina de coser», relató.

Glenda admitió que la profesión «sin duda ha sido una de las mejores decisiones adoptadas, uno aprende tanto de los niños, de la gente, de las familias, de los lugares tan hermosos en lo que pasé horas de mi vida».

A UN MES DE CUMPLIR 60 AÑOS DE CASADOS

Al preguntar cuándo llegó el amor a su vida, entre risas comentó que «a mis nietos les he explicado que en nuestra época con 13 o 14 años lo que teníamos se llamaba dragoncitos, era aquello de ojear en la pasada por la plaza y nada más, por lo que estuvimos 9 años de noviazgo y amores y luego decidimos casarnos. En diciembre cumplimos 60 años de casados, el 29 de diciembre. Vivimos en Brígido Silveira y Santiago Vázquez en una hermosa casa que había hecho mi futuro esposo y fueron épocas de mucho sacrificio. A los 21 años me casé, a los 23 nació Gerardo y dos años después llegó Adriana».

«Durante un tiempo estuvimos las semanas en Barrancas en una escuela del lugar, con Gerardo de 2 años y Adriana de tan solo tres meses, nos acompañaba Gladys una muchacha que es como la segunda mamá de mis hijos. Los miércoles iba Néstor, se quedaba y nos regresábamos los viernes. Esa fue la última escuela rural en la que trabajé. Luego me vine a la escuela Nº 102 del Cerro Artigas y ahí estuve doce años, fui Maestra de 4º, de 5º y de 6º año, una hermosa escuela, tuve compañeras excelentes y en el año 80 podía aspirar escuela y estuve en la Escuela 2, hasta que me trasladé a la Escuela 8 como directora, que estuve hasta que me jubilé en 1980, otra escuela maravillosa donde pasé hermosos momentos», rememoró.

Agregó que «mis hijos hicieron la escuela en la 8 «Guillermo Cuadri» y disfrutaron mucho de esa niñez. Puedo decir que mi vida laboral ha sido hermosa y maravillosa en todos los aspectos, lo que disfruté de todo eso es imborrable».

Al hacerle referencia si fue maestra también en su casa con sus hijos dijo que «fueron dos hijos totalmente diferentes como es normal, el varón a veces a pesar de que era muy estudioso lo ayudé en varias ocasiones, pero a Adriana en tercer año de escuela la quise ayudar a hacer una maqueta y me dijo que la maestra le decía que debía hacerla sola, entonces nunca más en la vida pude ayudarla, siempre fue muy independiente».

Luego de 31 años de trabajo decidió jubilarse porque se enfermó de principio de peritonitis y desde ahí «nos dedicamos a disfrutar un poco más y viajar que es lo que tanto nos gusta», aseguró.

LO SOLIDARIO ES PARTE FUNDAMENTAL

Quien conoce a Glenda, sabe que siempre ha estado vinculada a lo social, ya que «todas las actividades me encantan, pero la parte solidaria es la que más me gusta, porque es aquella que cuando uno se levanta y sabe que hizo algo bien para alguien me llena de orgullo el día. Por eso estuve junto a Julia Pou en Acción Solidaria cuando ella fue senadora, donde trabajamos mucho para las escuelas, también participé de la Fundación Peluffo Giguens, de UNI 3, del Club de Leones, lugares que me llenaron el alma cada uno de diferentes maneras y me han dado grandes logros y  han llenado el espíritu».

«LA POLÍTICA AYUDÓ A MI HIJA A SALIR ADELANTE»

Glenda nunca imaginó que su hija se dedicaría a la política, «en realidad ella abrazó la odontología de manera brillante, con sólo 21 años ya se había recibido, pero a los 23 años ocupó el cargo de presidente en la Junta Electoral y me asombró su manera de participar en la misma».

«Luego ya con Iliana, las actividades se cortaron un poco, pero cuando sucedió lo de nuestra niña, que fue un año muy especial y realmente no veíamos la salida, un día Francisco Gallinal la invita a retomar la actividad política y desde ahí nunca más la dejó», expresó.

«La política no me gusta, pero reconozco que ayudó a recuperar a mi hija, a pesar del dolor que uno siente por la pérdida de un hijo y que para mí como madre y abuela fue también doblemente terrible el sufrimiento, debo agradecer a la política lo que ayudó a Adriana», manifestó.

«Siempre supe que era muy capaz y siempre tenía espíritu de líder, cuando niña era a quien ponían a vender bizcochos en la escuela. Estamos muy orgullosos de nuestros hijos, de mis tres nietos y del bisnieto que llegó hace unos pocos meses», sostuvo.

«SOY UNA MUJER MUY AGRADECIDA»

Glenda es una mujer muy agradecida y en cada palabra lo demuestra, «somos muy agradecidos a la vida a pesar de esos dolores que nos presentó con nuestra pequeña Iliana, quien está presente en todo momento y por eso hablamos de ella como si estuviera acá, es la manera de mantenerla siempre viva con nosotros».

Al preguntarle si cree en Dios, nuestra entrevistada afirmó que «soy creyente, quizás no practicante, pero sé que hay un Dios. He tenido una vida feliz, desde chica con mi familia y con la familia que formé, siempre recibí y transmití códigos, por eso estamos muy orgullosos de nuestros hijos y de nuestros hijos políticos también».

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