10.03.2021 Un gigante en la ciudad
Por Karen Corbo
«La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear, porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta, o pocos más, desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer; que ésta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra.
–¿Qué gigantes? –dijo Sancho Panza.
–Aquellos que allí ves –respondió su amo– de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas.
–Mire vuestra merced –respondió Sancho– que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que, volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino».
El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha.
Es imposible no empatizar con Don Quijote cuando la inmensidad de un molino parece apoderarse de la ciudad incrustada entre las sierras. El Molino Viejo, ubicado sobre la calle Juan Farina entre Enrique Ladós y Miguel Barreiro, es una de las construcciones más grandes y misteriosas de Minas.
Con una historia ribeteada en el tiempo, el edificio que actualmente es un museo, fue fundado en 1879. «Es uno de los tres motivos que tenía el Enrique Ladós, tenía varios molinos en Lavalleja, este fue el tercero que hizo y era un molino de viento, tenía esa particularidad. En ese sentido, la localización de los molinos en el Uruguay tenía mucho que ver en el siglo XIX o principios del siglo XX con las fuentes de energía que ayudaban a la concreción de la actividad económica», explicó el estudiante avanzado de arquitectura, docente de Secundaria y edil departamental Felipe de los Santos.
«La ubicación de esas moliendas está vinculada a la cercanía a los cursos de agua, a lugares altos por la presencia de vientos o también en algún punto ya avanzado finales del siglo XIX y principios del XX a la cercanía a vías, ya sea a las primeras carreteras que aparecían, los primeros caminos o también a las vías del tren, como forma también de poder distribuir la mercancía», señaló el integrante de la Comisión del Patrimonio.
La relación entre la naturaleza y la actividad industrial queda en evidencia en la ubicación del edificio. «Al Molino Viejo le pasa eso, la ubicación es porque era un punto alto de la ciudad, esta zona era llamada el Cerro de la Cruz, era un punto alto donde se podían percibir vientos de distintos tipos», mencionó De los Santos.
Ladós fue propietario de dos molinos más, uno ubicado en la zona de Aguas Blancas y otro en las cercanías del arroyo El Plata, aunque estos funcionaban con la fuerza del agua. El constructor de los tres edificios industriales fue Rafael Laporta, «un constructor de la zona que también había construido otros edificios, por ejemplo el teatro Unión, el mercado, el hotel Americano», reseñó el estudiante de arquitectura.
El urbanismo
La construcción del Molino Viejo coincide con el traslado de la sociedad del campo a la ciudad. «Tenía que ver con la presencia de energías naturales y también se empieza a dar en el caso de los molinos de viento principalmente, se empieza a dar un traslado paulatino de las zonas rurales, donde se instalaban las industrias, a zonas urbanas o suburbanas. Empieza a mezclarse con la trama urbana, con las viviendas y otro tipo de actividades. Las demás industrias estaban a las afueras», comentó. Dado el contexto, estos edificios comienzan a adaptarse a la morfología del terreno y adquieren elegancia en su arquitectura.
«Generan a lo largo del territorio una serie de caracterizaciones formales que son muy interesantes, la cuestión de la visibilidad del torreón de todas partes no es casual, porque en realidad la forma depende un poco de la actividad productiva que se estaba dando. De alguna manera caracterizaciones formales desde el punto de vista arquitectónico que son muy interesantes y que en realidad responden a una cantidad de valores arquitectónicos y a una incorporación de la tecnología como parte de la construcción», mencionó De los Santos.
No solo el molino de Ladós aplicó los medios tecnológicos al servicio de la construcción, hubo otras industrias instaladas en el departamento, como el molino Ugarte, que también fueron construidas con la misma lógica. «Tiene que ver con una cuestión más funcionalista, el edificio tiene una forma que depende de la función que tenga. La función acá era moler trigo, entonces la forma del molino no tiene que ver con la estética, sino con la función que se cumplía en el lugar».
Decadencia
El molino funcionó como tal hasta 1886, cuando se produce la caída de una de sus seis aspas. «En la cronología se funda en 1879 se construye, Laporta lo construye, era uno de los pocos molinos de seis aspas, enorme. Adentro tiene todo un sistema estos molinos que era que el viento movilizaba en el interior un montón de engranajes de piedra que era lo que hacía que moliera trigo», comentó el edil.
Luego de la caída del aspa, se pensó implementar un sistema que funcionaba a base de vapor, sin embargo falleció Lados y sus herederos deciden no continuar con la molienda en este edificio. Solo conservaron el molino hidráulico de El Plata.
«Ahí se convierte en cantón de fuerzas del gobierno durante la Guerra Civil, sufre algún daño durante, algunos vecinos como Clérici y Guillermo Cuadri hablan de los impactos de bala» de la época.
«Aún están en el torreón las marcas de los impactos de bala y está fotografía de la ventana impactada por una bala donde estaban las fuerzas coloradas, que habían tomado el Molino y Aparicio Saravia atacando por el Cerrito dice la historia», apuntó Yaquelín Pintos, encargada del museo Molino Viejo. «Venían de la zona este, del San Francisco hasta ahí impactaron», precisó. «La única muerte registrada en Minas fue acá en ese enfrentamiento», agregó De los Santos.
Evolución
«Después se transforma ya a finales del siglo XX como parte del Liceo 2, cuando se funda. Fue cuartel del Ejército, había quedado en manos de las Fuerzas Armadas. En el ’82 se construye otra parte, esa parte la ocupa el Liceo 2 y esto queda como edificio anexo», relató el estudiante de arquitectura. «Había gabinetes de biología y física, eso fue lo que encontré cuando llegué a acá. Fuimos habilitándolos para el otro lado», mencionó Pintos.
«En arquitectura se habla del programa arquitectónico que son básicamente las actividades que se llevan a cabo dentro de un edificio, que son las que le dan vida a un edificio. El Molino Viejo es un edificio que ha ido variando su programa arquitectónico a lo largo de los años. Empezó como sede de una industria molinera, pasó a ser una cuestión asociada a la defensa y las fuerzas armadas, pasó su etapa como edificio anexo a un centro educativo y actualmente como centro cultural, y lo que podrá seguir siendo como un centro de referencia barrial, que eso sería una cosa muy importante de participación barrial, de identidad», expresó De los Santos.