11.01.2021 Fernando Gorga: «En vez de preguntar ¿por qué a mi? me digo y ¿por qué a mí no?»

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Fernando Gorga

Por Karina Núñez

Julio Fernando Gorga Vecchi nació el 22 de abril de 1975, hoy tiene 45 años de edad, nació en una familia muy querida del Barrio Lavalleja, la que se conformaba por sus padres y cinco hermanos, César, Raquel, Myriam, Carlos y él que es el menor.

Se crió en ese barrio y concurrió a la escuela N º 104 del lugar, su papá falleció hace 15 años y aún lo extraña.

Culminó Primaria en la Escuela Técnica, estudiando electricidad y repitió tercer año debido a faltas, lo que se da porque siempre tuvo la cultura del trabajo desde muy pequeño y desde muy chico debió trabajar. Hoy lo ve como algo que no debería haber hecho, porque en vez de disfrutar como niño, «eso lo veo hoy con mis hijos», pero también sabe que era debido a las carencias que se tenían en aquellos tiempos.

«Había que salir a trabajar, nunca nos faltó la comida en casa, pero si queríamos algún gusto debíamos trabajar, por eso cuando tenía 12 años arranqué a vender diario con Maidana que era a comisión de la venta de los diarios, luego fui avanzando y Maidana me tomó como empleado de él y estuve tres años y pico. Luego quise cambiar y estuve unos días trabajando en la Estación de Servicio Texaco en la parte del gas. De ahí comencé a trabajar con un muchacho que tenía un reparto de fiambres por Canelones y Maldonado, hasta que me salió trabajo en la Estación de Servicio Esso, donde estuve 11 años en ese lugar», recordó. 

«Pero luego de tantos años, me di cuenta que quería seguir creciendo y superarme y con unos primos que tenían camiones, me tiré a manejar grandes camiones con zorra y aprendí el oficio de camionero. Pero también me daba cuenta que no tenía mucha vida, porque es ingrata la vida del camionero, tirado en varios lugares y días y días sin poder venir a mi casa, la que estaba construyendo con mucho sacrificio y ya tenía a mi hijo mayor. Entonces me salió la oportunidad de trabajar en Sierratur y estuve entre 8 y 9 meses y de ahí a Expreso Minuano donde estuve 8 años como chofer», relató.

LA FAMILIA

A todos nos llega y a Fernando el amor le llegó hace muchos años, cuando conoció a Natalia su señora y mamá de sus hijos, «con Natalia nos conocimos hace 24 años, hace 15 años nos casamos y tenemos dos hijos varones, Alfonso que nació en el 2006 el 4 de abril y Gonzalo el 13 de setiembre de 2010, dos hijos hermosos y estudiosos», expresó.

TODO IBA BIEN…

Todo iba sumamente bien, una vida como todos soñamos, con salud, trabajo, familia, hasta que un día mientras conducía el ómnibus comenzó a sentir un raro dolor en la mano izquierda, cada vez que iba a apretar un botón para abrir la puerta y sentía dificultad al hacerlo.

Después de siete años y medio fue diagnosticado con la enfermedad, «uno se da cuenta que todas las enfermedades son emocionales, porque justo ahí se vivían momentos difíciles, en la familia, además se vendía Minuano, cambiaba de dueño y uno no sabía que iba a suceder con nosotros, y considero que quizás ahí fue que saltó la enfermedad que se denomina ELA», mencionó.

La Esclerosis Lateral Amiotrófica es una enfermedad progresiva del sistema nervioso que afecta las células nerviosas en el cerebro y la médula espinal, y causa pérdida del control muscular. A la ELA a menudo se le llama enfermedad de Lou Gehrig, en honor al jugador de béisbol al que se le diagnosticó la enfermedad.

Además está considerada como una de las enfermedades raras, «y es tan degenerativa que te va matando todos los músculos, pero al principio juro que no sabía de lo que me hablaban», afirmó Fernando.

EL DIAGNÓSTICO

Nuestro entrevistado dijo que «estuve más de un año para que me diagnosticaran, ya que se me trataba como si fuera algún tendón, tendinitis, nervios carpiano, pero luego de pasar por varios lugares, se me diagnosticó en Montevideo ELA. El diagnóstico por lo general da de vida dos años y medio, porque es fulminante, te ataca y ya está, pero llevo siete años y medio conviviendo con esta enfermedad».

Debido a este diagnóstico, debió bajar la carga horaria en su trabajo y comenzó a trabajar en Conaprole también, viéndose más aliviado. Pero llegó un momento en que «gracias a mis amigos y familia me hicieron ver que debía abandonar todo trabajo y hoy en día como ha venido avanzando la enfermedad ya no podría trabajar».

Fernando recordó que cuando lo diagnosticaron, «realmente puedo decir que probé de todo, desde comerme todos los yuyos, busque a unos brujos, hice todo, creyendo que era una enfermedad, pero con la esperanza de poder derrotar».

Después por intermedio de un amigo, que conocía a alguien que padecía ELA y había viajado a Buenos Aires a una clínica neurológica y «gracias a mis amigos que juntaron dinero pude viajar a esa clínica y me hacen otro diagnóstico de la enfermedad y me dice que puedo llegar a tener 20 años de vida».

El tiempo comienza a transcurrir y se desarrolló un tratamiento en Japón, «pero antes de eso, debo contar que Rosa Martínez me hace un beneficio en el Teatro Lavalleja para poder adquirir un medicamento que tenía un costo de 45 mil pesos y se consumía en un mes. Era algo irrisorio, pocos podemos hacer un tratamiento de esos costos, luego a través de una conocida enfermera pudo conseguirme esa medicación a un costo mucho más bajo de 9000 pesos. Pero de igual manera lo debí dejar, supuestamente es una mediación para cuando se está en etapa terminal, pero como no había mucha información al respecto de la enfermedad, porque serán alrededor de 80 personas quienes lo padecen en nuestro país, no había tanta información como hoy», señaló.

VIAJE A JAPÓN

«El tratamiento en Japón no era para curarme, porque esto no tiene cura, solo lo enlentece y lo detiene un poco. Averiguamos y el viajar tenía un costo de alrededor de 13 o 14 mil dólares, por lo que pensé en vender el vehículo o iba a hipotecar la casa para sacar un préstamo, pero mis amigos otra vez me dieron una mano, hicieron una rifa y fue algo que no puedo dejar de agradecer el apoyo. En agosto de ese año ya estábamos viajando (hace tres años atrás), por eso debo agradecer a Minas, a todos quienes pusieron el granito de arena y a quienes me han dado aliento, porque aunque quede feo que lo diga, uno cosecha lo que siembra», manifestó.

Estuvo una semana en Japón, viajó junto a Natalia, su esposa, y fue inolvidable el viaje, «me iría a vivir allá, hay mucha tranquilidad, no existe los robos, hay mucha cultura de la limpieza en las calles, todo hermoso, lugares muy antiguos pero con mucha historia, la gente deja sus bicicletas para ir a trabajar afuera y nada pasa, además de una excelente tecnología».

«En esa estadía me hicieron unos estudios para ver la medicación indicada y al otro día comencé a hacer el tratamiento, por lo que cuando regresamos debimos pasar por varias peripecias para poder pasar la medicación, pero por suerte llegamos a Uruguay y por un año me hice el tratamiento», rememoró.

Nuestro entrevistado sostuvo que «realmente no sé si me hizo algo, porque a lo que dicen que se enlentece, no significa que mejore, porque lo que no me dí cuenta. Pero hoy estoy bien para lo que puede ser la enfermedad, tengo un humor negro que me ayuda a sobrellevar esto, pero sin duda que hay días que me siento mal, más que nada porque hay cosas que ya no puedo hacer y tampoco lo intento, es imposible, todo lo que refiere a la motricidad fina lo he perdido, al igual que algo de fuerza y el andar, pero dentro de todo, soy muy positivo».

«¿Y POR QUÉ A MI NO?»

Cuando le preguntamos si en algún momento se preguntó por qué a él, contestó que «también me pregunto ¿por qué a mí no? Y creo que soy un resiliente y me tocó, pero siempre pienso el por qué no a otro, un violador, un golpeador de mujeres, un asesino, pero bueno, en realidad no se que se me ha querido mostrar, hoy me cuesta creer en Dios, antes si lo hacía».

«Cuando nació mi hijo el mayor, tuvo un pequeño problema en su cabecita y se debió operar, todo salió bien, pero a los meses tuvo una infección y se debió operar nuevamente y fue la única vez en mi vida que le pedí a Dios que lo salvara, lloré como loco y le pedí que me pasara cualquier cosa a mí pero no a él y quizás el barba me escuchó», relató.

«Pero estoy vivo, veo a mis hijos crecer y hay una realidad, que es que no me gusta dar lástima, ni tampoco soy una víctima, soy una persona que la lucho día a día y no me entrego», afirmó.

Sin duda que Fernando es un ser maravilloso, con muchas ganas de vivir, con una gran familia y agradecido a la vida, en otro momento dijo que «yo pensaba que iba a vivir 200 años y que iba a trabajar 195, y por ese motivo no disfrutaba la vida, ni mis seres queridos, pero con esta enfermedad aprendí a vivir de otras cosas, aprendí a disfrutar las vacaciones, los pequeños momentos, antes no me daba cuenta, por eso mi mensaje es que hay que disfrutar y nunca sabemos cuando será el último día».

Un agradecimiento a Myriam su hermana quien nos hizo el contacto para llegar a entrevistar a Fernando, otro ser maravilloso que gracias a la vida nos da la posibilidad de conocer.

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